“Si alguien busca la salud, pregúntale si está dispuesto a evitar en el futuro las causas de la enfermedad” (Sócrates).
El pasado 30 de septiembre la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebró a nivel global el Día Mundial del Corazón (World Heart Day), evento que pasó un tanto desapercibido en el escenario local. El motivo del evento fue crear conciencia pública sobre los factores de riesgo que inciden en las enfermedades del corazón y promover medidas preventivas para evitarlas. De acuerdo con el organismo, el ataque cardíaco es el trastorno que se lleva más vidas en el mundo: 17.5 millones de personas por año, para ser más precisos.
Lo paradójico quizás reside en que viviendo en un mundo donde, gracias a los avances científicos y tecnológicos, se ha incrementado la expectativa de supervivencia; también se observa que han aumentado las enfermedades relacionadas con el estilo de vida. El sedentarismo, el tabaquismo, el stress, el sobrepeso y la obesidad tienen graves consecuencias para la salud y son un importante factor de riesgo de enfermedades crónicas como las cardiovasculares (especialmente las cardiopatías y los accidentes vasculares cerebrales), la diabetes, la artrosis y algunos tipos de cánceres, como los de endometrio, mama y colon.
Sin embargo, muchas de estas enfermedades son evitables. Solamente se trata de cambiar algunos tipos de conductas alimenticias e incrementar el nivel de actividad física. A esta altura, no es raro preguntarse cómo hacer para llevar una vida más sana cuando apenas tenemos tiempo para comer un sándwich, nos pasamos horas sentados al frente de la computadora, esperando un ómnibus y viajando al trabajo, llegamos cansados a casa y sin energía para emprender otra actividad.
Muchas empresas han incorporado iniciativas innovadoras que no sólo buscan la mejora de la salud de sus empleados, sino que también aumentan la productividad dentro de la empresa: la conciliación de la vida laboral-familiar, la disminución de horas de trabajo, la promoción del teletrabajo, la realización de ejercicios físicos durante el horario laboral, la orientación alimentaria y nutricional, la variabilidad en el menú que se ofrece dentro de los comedores de las empresas, la compensación por horas extras; son sólo algunos ejemplos. Otras compañías han optado por regalar una bicicleta a sus empleados, reemplazar snacks y golosinas por frutas, o crear salas de descanso y relax. Pequeñas acciones.
“Más vale prevenir que curar”, dice el conocido refrán. Lo cierto es que un ambiente laboral donde se promueven conductas sanas y se incorporan este tipo de iniciativas redunda en beneficios importantes para la empresa, como ser la reducción del ausentismo y el stress laboral, el aumento de la productividad, la mejora del clima laboral, una mayor fidelidad del empleado y la reducción de los costos de salud, entre otros.
Hace varios años el artista Fernando Botero inmortalizó pinturas y esculturas donde sus protagonistas eran personas obesas. De acuerdo con algunos especialistas el maestro colombiano buscó representar a una sociedad sumergida en la opulencia y víctima de su propio progreso. Hoy más que nunca podemos decir que Botero quizás vaticinó las consecuencias del estilo de vida de las personas modernas. La obesidad es considerada por la OMS como la “epidemia” de este siglo, un factor de riesgo que se desparrama en occidente, especialmente en aquellos países donde el progreso está más presente: la vida se ha simplificado lo suficiente como para no tener que moverse demasiado. Contrasentidos del desarrollo, si los hay…
Sin dudas, el tema de la salud no sólo le compete al sector privado y admite diversas aristas de orden cultural que exceden el análisis de este artículo. De todas maneras, nos encontramos frente a un panorama que puede ser cambiado con pequeñas iniciativas dentro de los espacios donde nos desempeñamos diariamente.
Una buena calidad de vida nos permite desarrollarnos con plenitud. Ya lo decía el escritor francés Bernard de Fontenelle: “La salud es la unidad que da valor a todos los ceros de la vida”.
El pasado 30 de septiembre la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebró a nivel global el Día Mundial del Corazón (World Heart Day), evento que pasó un tanto desapercibido en el escenario local. El motivo del evento fue crear conciencia pública sobre los factores de riesgo que inciden en las enfermedades del corazón y promover medidas preventivas para evitarlas. De acuerdo con el organismo, el ataque cardíaco es el trastorno que se lleva más vidas en el mundo: 17.5 millones de personas por año, para ser más precisos.
Lo paradójico quizás reside en que viviendo en un mundo donde, gracias a los avances científicos y tecnológicos, se ha incrementado la expectativa de supervivencia; también se observa que han aumentado las enfermedades relacionadas con el estilo de vida. El sedentarismo, el tabaquismo, el stress, el sobrepeso y la obesidad tienen graves consecuencias para la salud y son un importante factor de riesgo de enfermedades crónicas como las cardiovasculares (especialmente las cardiopatías y los accidentes vasculares cerebrales), la diabetes, la artrosis y algunos tipos de cánceres, como los de endometrio, mama y colon.
Sin embargo, muchas de estas enfermedades son evitables. Solamente se trata de cambiar algunos tipos de conductas alimenticias e incrementar el nivel de actividad física. A esta altura, no es raro preguntarse cómo hacer para llevar una vida más sana cuando apenas tenemos tiempo para comer un sándwich, nos pasamos horas sentados al frente de la computadora, esperando un ómnibus y viajando al trabajo, llegamos cansados a casa y sin energía para emprender otra actividad.
Muchas empresas han incorporado iniciativas innovadoras que no sólo buscan la mejora de la salud de sus empleados, sino que también aumentan la productividad dentro de la empresa: la conciliación de la vida laboral-familiar, la disminución de horas de trabajo, la promoción del teletrabajo, la realización de ejercicios físicos durante el horario laboral, la orientación alimentaria y nutricional, la variabilidad en el menú que se ofrece dentro de los comedores de las empresas, la compensación por horas extras; son sólo algunos ejemplos. Otras compañías han optado por regalar una bicicleta a sus empleados, reemplazar snacks y golosinas por frutas, o crear salas de descanso y relax. Pequeñas acciones.
“Más vale prevenir que curar”, dice el conocido refrán. Lo cierto es que un ambiente laboral donde se promueven conductas sanas y se incorporan este tipo de iniciativas redunda en beneficios importantes para la empresa, como ser la reducción del ausentismo y el stress laboral, el aumento de la productividad, la mejora del clima laboral, una mayor fidelidad del empleado y la reducción de los costos de salud, entre otros.
Hace varios años el artista Fernando Botero inmortalizó pinturas y esculturas donde sus protagonistas eran personas obesas. De acuerdo con algunos especialistas el maestro colombiano buscó representar a una sociedad sumergida en la opulencia y víctima de su propio progreso. Hoy más que nunca podemos decir que Botero quizás vaticinó las consecuencias del estilo de vida de las personas modernas. La obesidad es considerada por la OMS como la “epidemia” de este siglo, un factor de riesgo que se desparrama en occidente, especialmente en aquellos países donde el progreso está más presente: la vida se ha simplificado lo suficiente como para no tener que moverse demasiado. Contrasentidos del desarrollo, si los hay…
Sin dudas, el tema de la salud no sólo le compete al sector privado y admite diversas aristas de orden cultural que exceden el análisis de este artículo. De todas maneras, nos encontramos frente a un panorama que puede ser cambiado con pequeñas iniciativas dentro de los espacios donde nos desempeñamos diariamente.
Una buena calidad de vida nos permite desarrollarnos con plenitud. Ya lo decía el escritor francés Bernard de Fontenelle: “La salud es la unidad que da valor a todos los ceros de la vida”.